África III.

Falling in love. 'Callendo en el amor'. Eso hace ella. Cae, cae, cae y sigue callendo. Una sensación tan extraña y dura de sentir. Pero a la vez gratificante. No sé. Ella tampoco. Sólo se deja llevar, se deja caer en las nubes. Vuela alto, extiende los brazos y deja que el aire traspase su fina chaqueta blanca de punto. Abre su corazón. Deja que el viento con sabor a mar le cure el corazón roto, partido, herido. Le deja. Mucho mejor, sí. Ya está. Sus ojos se secan. Lo prometido es deuda. Lo ha conseguido. Nada es imposible, no. Ella lo ha descubierto.
Deja caer sus finos brazos y mira el horizonte. Corre, África. ¡Corre lo más rápido que puedas! Corre y sonríe. Sonríe siempre. Aunque sufras. Es lo mejor que puedes hacer. No te curará el sonreír. Pero te ayudará a olvidar. Corre más. Entre los árboles. Corre con rabia y escúpela. Corre y frena en seco. Sí. El tiempo lo cura todo.
Poco a poco recupera el aliento después de todo aquello. Después de aquella pesadilla que la invadía el cuerpo entero y alza la cabeza. Abre los ojos. Verdes, grandes, brillantes, felices. Y sonríe. Sonríe como si el mundo se fuera a acabar. Prometió no llorar y lo ha conseguido. Su corazón está ahora curado y su alma respira.  Respira con alegría.

Sufrir es como una estación del año. Es larga, pero no dura eternamente.
África. Mi querida África. Me has enseñado ya tantas cosas. Me has abierto los ojos, el corazón y el alma. Me has enseñado todo lo que hay dentro de uno mismo y a luchar por lo que quieres. Me has enseñado que las cosas tienen un principio y un fin. Pero que nunca nada se puede convertir en el fin del mundo. El fin de tu mundo lo pones tú. En el lugar que quieras, como quieras y además, con quien quieras.